Verificacionismo y falsacionismo: marcando los límites de la ciencia

En el método científico, el segundo de los pasos, tras la observación, es la elaboración de hipótesis para intentar explicar lo observado. Tras la experimentación se planteará como conclusión una teoría científica. Existen varios enfoques desde los que plantearse esas hipótesis:

El verificacionismo es un enfoque empirista de la ciencia propulsado entre otros por Rudolf Carnap  (1891-1970) que postula que las teorías científicas se comprueban mediante la observación de los hechos. Posteriormente, de las observaciones y experimentaciones recogidas podrán inferirse leyes y teorías que expliquen esos hechos. Es decir, la verificabilidad empírica sostiene que el significado de una proposición consiste en si puede establecerse o no su verdad o falsedad a través de la experiencia. Sin embargo, el principal escollo con el que nos encontramos en este caso es el número y calidad de los datos necesarios para poder proceder a dicha validez. ¿Es suficiente con recoger dos datos, dos mil o dos millones? Además, no podremos estar seguros de si, al añadir un nuevo dato, nuestra hipótesis previa se mantiene o debemos comenzar de nuevo.

Por su parte, Karl Popper (1902-1994), propone el falsacionismo donde postula que el razonamiento inductivo no es suficientemente sólido dado que es falible (o puede serlo). Para solventarlo, la concepción moderna convierte el razonamiento inductivo en hipotético-deductivo y las leyes en hipótesis que deberán ser confirmadas o descartadas y estas hipótesis deben ser falsables, es decir, pueden ponerse a prueba y ser desmentida por los hechos o por un experimento adverso. Para cumplir con esta condición, las hipótesis deben ser lo más generales posible y lo más claras y precisas posible. 

En mi opinión, el falsacionismo es una apuesta interesante porque a la limitación de la verificación que deja abierta la opción a que aparezca un dato que no confirme la hipótesis, aunque no sepamos cuándo y mientras tanto hay que seguir confirmándola, la falsación “sólo” requiere la existencia de un único dato falso para desmontarla y empezar a buscar una hipótesis alternativa. Así, la ciencia progresa: un investigador observa un hecho y plantea una hipótesis que pueda explicarlo. Él intenta confirmar su hipótesis con sus datos y si no encuentra que falla, la publica. La comunidad científica intentará validar dicha hipótesis y mientras no se identifique un ejemplo que la desmienta, será aceptada como válida. Si apareciera, deberá desecharse y formularse una nueva hipótesis.

Y es en esta característica de falsabilidad donde, según él, recae el valor que permite separar la ciencia de las pseudo-ciencias. En general, y según Hasson, "sus principales defensores (de las pseudociencias) la presentan como la información más fiable que hay disponible"1. Del mismo modo describe Popper su visión sobre los seguidores de Marx, Freud y Adler en relación a la teoría marxista de la historia, el psicoanálisis y la psicología del individuo, indicando "Estas teorías parecían poder explicar prácticamente todo lo que sucedía dentro de los campos a los que se referían. El estudio de cualquiera de ellas parecía tener el efecto de una conversión o revelación intelectuales, que abría los ojos a una nueva verdad oculta para los no iniciados. Una vez abiertos los ojos de este modo, se veían ejemplos confirmatorios en todas partes: el mundo estaba lleno de verificaciones de la teoría. Todo lo que ocurría la confirmaba"2. Personalmente, así veo yo también a algunos seguidores de teorías basadas en pseudo-ciencias, como fanáticos que plantean verdades inamovibles y que retuercen la realidad para hacerla acorde con sus creencias.

1Hansson, SO (2017) ¿Cómo están conectadas las principales formas de irracionalidad? Mètode, Science Studies Journal; doi: 10.7203/metode.8.10005
2Popper, KR (1991) Conjeturas y refutaciones: el desarrollo del conocimiento científico. Ediciones Paidós, pp 57-64. Título original: Conjectures and Refutations. The Growth of Scientific Knowledge Publicado en inglés por Routiedge & Kegan Paul, Londres (1963)

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