Ha comenzado el nuevo año y sin intención de plantearme nuevos propósitos (el año pasado ya acabé con varias ideas para ir desarrollando a lo largo de éste) me encuentro hoy respondiendo a un "¿qué tal?" con un "dándome cuenta de que no sé dimensionar".
Los que me conocen bien saben que me encanta aprender cosas nuevas y, al final, una acaba metida en varios saraos de manera simultánea. Y eso tiene un riesgo: las horas del día son limitadas y los días de vida, creo que también. Y aún no he sido capaz de encontrar el equilibrio entre apuntarme a un bombardeo y dimensionar que a todo no se llega. Pero es que... el mundo está lleno de tantas posibilidades atractivas...
Y luego me doy cuenta de que, como a todo no se llega todo lo bien que a una le gustaría y, por lo general, la mayor parte de las cosas tiene plazos, se corre el riesgo de pasear por las distintas actividades como si una fuera por la capa más superficial de la cebolla. Cubres el expediente sin llegar a sacarle todo el juego a la vida o a la acción que sea, o a la tarea, o a una tarde con las amigas... La cabeza va de un sitio a otro intentando estar presente pero marchando a todo lo que tienes aún pendiente de hacer. Si a eso le sumamos que una es un tanto perfeccionista y no le gusta hacer las cosas sin más... Caos total...
Si alguno o alguna tiene el secreto de la cuarta, quinta, sexta... dimensión, de cómo aprender a decir que no y no sentir que dejas escapar una oportunidad brutal de la que te arrepentirás... o de saber vivir en la capa más profunda de la cebolla en cada una de las cosas que haces y aún así, encontrar tiempo para respirar y vivir, por favor, que me lo susurre.
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