Desde niña quise ser científica, los tubos coloridos y burbujeantes me resultaban tremendamente atractivos y estimulantes. No podía imaginar un trabajo mejor que aquel que cada día me supusiera un reto, un estímulo para mi cerebro. Así que, a bote pronto, lo primero que diría sobre la ciencia es pasión.
Una vez metida en faena y conociéndola a lo largo de los años, se combina aquello de "el roce hace el cariño" con "a Dios rogando y con el mazo dando"; la ciencia es esfuerzo y sacrificio. Requiere mucha disciplina y rigurosidad, muchas horas de revisar artículos y diseñar experimentos que a veces salen (y otras muchas no), mucha tensión ante cada evaluación (de los artículos cuando se envían a publicar; de los proyectos cuando solicitas financiación para los siguientes tres años; de tu propio contrato o de tus colaboradores cuando evalúan tu valía profesional o la suya y deciden si te renuevan o...). Y por el otro lado te da "esos pequeños momentos de genialidad" cuando en una reunión de equipo dos (o más) neuronas conectan y, de repente, todo cobra sentido a tu alrededor, los experimentos cuadran. Esa sensación es indescriptible, impagable e irrepetible en otro entorno.
La ciencia también es estimulante, nos hace mirar a nuestro alrededor con otra visión. No somos sujetos pasivos sino que nos insta a preguntarnos el porqué de lo que ocurre a nuestro alrededor, a intentar dar respuestas, a mirar con ojos de niños y seguir sorprendiéndonos. Y nos ayuda a ser críticos, a no aceptar las cosas sin más, sino a preguntarnos si hay datos suficientes que confirmen eso que oímos o leemos.
Ultimamente, en estos momentos de pandemia, debería decir que ha habido días de vivir la ciencia con decepción: cuando han salido convocatorias a los que muchos investigadores (que nunca han visto un virus) se lanzaban como chacales para ver qué se podía pillar (y no ha habido un proceso riguroso de evaluación porque no había tiempo); cuando no ha habido una correcta gestión ni búsqueda de sinergias (y muchos proyecos en distintas regiones buscaban dar respuesta a las mismas preguntas pero con muestra insuficiente que se hubiera resuelto al aunarse), cuando se ha prostituido la ciencia y la economía ha ido por delante y se ha vendido algo antes de tenerlo (el mejor kit diagnóstico, la vacuna que lo arreglará todo...). Se ha dejado de lado el rigor científico, la revisión por pares, la reproducibilidad de los experimentos, el muestreo adecuado... porque lo importante era vender un producto (o la idea del producto), tranquilizar a la sociedad haciendo ver que se están haciendo esfuerzos para dar con la solución...
Y desde ahí surge que, tal vez, la ciencia es lejana e incomprensible para algunas personas y confían ciegamente en lo que se les dice. Y por eso creo que hay que hacer divulgación, acercar la ciencia a la sociedad de manera que la pueda comprender y ver su papel en el día a día. Y hay que hacerlo bien, de forma responsable (como la ciencia se merece). Tal vez así recuperemos a la sociedad crítica, madura y responsable que una vez fuimos.
En resumen, soy una enamorada de la ciencia (para unas tengo más habilidades que para otras, pero me parecen todas tremendamente apasionantes). Y como en todas las relaciones amorosas, hay momentos de crisis, de desilusión, de desencuentro y otros de grandes y emocionantes reencuentros.
Hola Guiomar, me siento muy identificada con muchas de las cosas que cuentas aquí, así que gracias por plasmarlas tan bien sobre la pantalla
ResponderEliminarGracias, Teresa por tus amables palabras
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