Dentro del amplio y extenso abanico de áreas que cubre la ciencia, aquéllas que despiertan mayor controversia a nivel social son, en mi opinión, las que pueden tener un impacto en la salud.
Así, cuando informaciones relacionadas con el ámbito de las biociencias o el medioambiente y su impacto en nuestra salud aparecen en los medios de comunicación, la ciudadanía se lanza a comentarla en cualquier tipo de foros, desde las redes sociales hasta los medios de comunicación más clásicos. Y, desafortunadamente, en varias ocasiones, esos altavoces que nos hablan desde su supuesto conocimiento, carecen del mismo. En sus aseveraciones, a menudo, emplean frases que parecen sentencias y que a la media de la población, sin conocimiento sobre el tema, se le asemejan dogmas.
Desde la clonación de la oveja Dolly allá por 1997, hasta el desarrollo de la tecnología necesaria para la edición del genoma humano (aún trabajando en ello) y que este mismo año ha sido el motivo del galardón del Premio Nobel de Química, pasando por la opción de Diagnóstico Genético Preimplantatorio, la Genética ha estado en boca de unos y otros. La han culpabilizado o amado con la misma pasión, pero sin llegar a conocerla o entenderla realmente.
Comparto con Sober parte de los enunciados que menciona en "El significado de la casualidad genética", texto que queda un tanto anticuado a la vista de los grandes avances que se han producido en este campo. Pero es cierto que la genética no siempre es causal, no todo es explicable por el material genético que heredamos de nuestros ancestros. De ahí que existan las enfermedades monogénicas y las poligénicas o multifactoriales en las que el ambiente (intraútero, extraútero, social...) juega un gran papel. Papel que empezamos a tener en cuenta en su influencia sobre el epigenoma y su posible (o no) heredabilidad. Vivo a diario como ante cualquier situación que se sale un poco de la norma (una talla un poco más baja, un niño o niña que en clase no está tan atento como sus compañeros...) enseguida intentamos "echarle la culpa" a la genética. Y cuesta mucho transmitir que quizá si comiera un poco más o si el profesorado hiciera la clase más atractiva esos rasgos observados no existirían.
Por otra parte y siguiendo con "hablar por hablar aún sin saber", si tenemos presentes muchos de los acontecimientos que han ocurrido durante estos meses de pandemia, y centrándonos en el estudio del material genético del virus..., ¿quién no ha oido hablar a pseudoexpertos de las bondades y maldades de la técnica de PCR?; ¿quién no ha escuchado decir que las vacunas basadas en el RNA van a convertirnos en humanos transgénicos?. ¿Con cuántos datos objetivos?
Si enfocamos toda esta controversia en las calles desde el punto de vista epistemiológico, donde valores como "verdad, creencia y justificación" resultan imprescindibles, observo que existe una alta desinformación en el ámbito de la ciencia en nuestra sociedad. La verdad no es (o no parece ser) lo importante, lo importante es que "se me oiga a mí y lo que tengo que decir" (sea o no cierto). Y, asimismo, hay una falta de espíritu crítico de la sociedad para poner en tela de juicio cualquier cualquier titular explosivo. Deberíamos poner más esfuezo en encontrar la verdad (o lo más cercano a la misma), por encima de intereses particulares; como sociedad, deberíamos acceder a una mayor formación en ciencia. Y los políticos y los gobiernos deberían promocionar más la ciencia... salvo que la preocupación sea que entonces la sociedad empiece a plantearse cosas y pasemos de funcionar como borregos a hacerlo como Homo sapiens, supuestamente una especie pensante.
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